viernes, 17 de febrero de 2017

Promesas De Amor Entre Ruinas

León y yo nos prometimos amor eterno con tan sólo 13 años.
A esa edad abandonábamos el pueblo por distintas circunstancias.

Mis padres emigraban fuera de España y León continuaría sus estudios en el seminario de la ciudad.

La noche antes de separarnos nos juramos querernos siempre, "nos casamos", en las ruinas del convento del pueblo, aquel convento que había sido testigo de nuestros juegos, nuestras confidencias y de como íbamos creciendo día a día, año a año.

Crecimos al mismo tiempo que lo hacia el amor el uno por el otro, pero sin ser conscientes de nuestros sentimientos, hasta que llegó el día en que teníamos que separarnos.

Aquella noche después de nuestra inocente y simulada boda, nos hicimos una promesa, volver a buscarnos 20 años después sí no habíamos conseguido amar a alguien que no fuéramos nosotros.

Con un "prometo esperarte Elvira", me besó en la mejilla y se marchó.
Mientras se alejaba, le grité, "te querré siempre, León."

Hoy es el día, en que se cumple ese plazo de 20 años, nunca he conseguido amar y querer a nadie que no sea León, por lo que he vuelto al pueblo, con la idea de reencontrarme con él en aquellas ruinas donde nos prometimos encontrarnos.
 He venido con dudas, pero también con un sólo deseo, que León también haya decidido esperarme y venir a reencontrarse conmigo.

He preparado emparedados tal y como le prometí, siempre los llevaba, por entonces los hacia mi abuela, pero ella ya no está; he cogido mi vieja bici y aquella pequeña manta que siempre me acompañaba en los años de niñez. 

He pedaleado hasta las ruinas del convento.
Allí me he sentado a esperar la llegada de León, mi amor, mi único y verdadero amor, mientras el día iba avanzando y la noche comenzaba a llegar.
Me he comido los emparedados, pero he guardado uno por sí León decide al final venir.

Mientras pensaba en aquellos años de infancia y nuestro último día juntos me he arropado con la manta, y me he quedado dormida, acompañada de las lágrimas de tristeza que me han invadido al ver que León había conseguido olvidarme y que no vendría buscarme.

Me he despertado con los primeros rayos de sol, acurrucada y tapada con la manta, una manta que alguien había decidido compartir conmigo a media noche, me he despertado con el abrazo de León y su voz diciéndome al oído, "no quise despertarte, mi amada Elvira."




No hay comentarios:

Publicar un comentario