viernes, 22 de diciembre de 2017

El abuelo Orlando

El abuelo Orlando era un hombre de costumbres y cuando llegaba el 22 de diciembre, dejaba todos sus quehaceres diarios para escuchar en la vieja radio el sorteo de la lotería de Navidad, apuntaba uno a uno todos los números de los premios importantes en un papel que había dejado preparado, junto a  un lapicero, la noche anterior.
Cuando terminaba el sorteo se vestía con su traje de los domingos y cubría su cabeza con un sombrero de ala ancha, ese que lucia solo en las grandes ocasiones.
Entonces salía de casa con varios sobres, en los que previamente había depositado algo de dinero y visitaba una a una las casas de cada uno de sus hijos, para dar el aguinaldo a todos los nietos.
Hasta que el abuelo no nos daba aquel sobre no éramos conscientes de que la Navidad estaba más cerca que lejos.
Ese mismo día, por la tarde, la abuela Clara preparaba merienda en casa y entre todos colocábamos el árbol de Navidad y el portal de Belén. 
Yo, la más pequeña de todos, era la encargada de poner la estrella en lo alto del árbol, subida a los hombros del abuelo Orlando; después la abuela Clara y él colocaban al Niño Jesús en el pesebre, sin duda, ese era uno de los mejores días de las fiestas navideñas.


Recuerdo una Navidad en las que nos visitó el tío Adrián, el hermano pequeño del abuelo Orlando.
El tío Adrián se había marchado a América, unos años atrás, en busca de un futuro mejor.
Aquella Navidad descubrimos a Santa Claus, un señor muy anciano, con una larga barba blanca y vestido de rojo, que dejaba dulces y golosinas en unos calcetines que colgaban de la chimenea.
El tío Adrián había traído calcetines para todos, incluso con nuestros nombres bordados.
Durante la cena de Nochebuena, el tío nos contó que Santa Claus entraría aquella noche,  por la chimenea del salón, para llenar nuestros calcetines con golosinas, mientras todos dormíamos, y que si escuchábamos algún ruido deberíamos quedarnos quietos en nuestras camas y seguir durmiendo.
A la mañana siguiente todos los calcetines estaban llenos de dulces y caramelos, pero no había ni rastro del tío Adrián, nunca más volvimos a verlo, pero Santa Claus siguió visitándonos cada Nochebuena.


Las Nocheviejas en casa del abuelo Orlando estaban llenas de alegría y algarabía, desde muy temprano la abuela Clara preparaba cena para toda la familia, todos los años el mismo menú nos reunía alrededor de la mesa, para despedir al viejo año, unos mejores que otros y esperar al nuevo, deseando que fuera algo mejor que el anterior; sopa caliente, pavo al horno relleno de ciruelas y piñones con guarnicion de lombarda  y sopa de almendras dulce como postre.
Hasta que un año, alguien decidió poner nombre al pavo vivo que días antes le habían regalado al abuelo, nadie tuvo el valor de sacrificarlo para la cena, Justo que así fue bautizada nuestra cena fue indultado, el pobre pavo moriría tiempo después por causas naturales. Aquella noche la abuela tuvo que rellenar unos pollos que afortunadamente no habían sido bautizados.
El abuelo Orlando esperaba al nuevo año con una taza de café, una copa de licor y un habano en su mano, era el único día que fumaba, formaba parte de sus costumbres.
La abuela Clara preparaba pequeños cuencos con las doce uvas para todos, los adultos tomaban champagne y los pequeños nos sentíamos mayores cuando nos dejaban mojarnos los labios con las burbujas.
El abuelo Orlando guardaba cada año el corcho de la primera botella de champagne que se descorchaba para celebrar su llegada, le hacía un corte y colocaba una moneda en él, decía que así nunca faltaría dinero en la casa.
Así con sus costumbres iban pasando las navidades y con ellas los años.


Pero si había un día mágico durante las navidades en la casa del abuelo Orlando, era el día de Reyes.
Nos acostábamos temprano y nos levantábamos cuando apenas había amanecido, para entonces la casa ya olía a chocolate caliente y roscón recién hecho.
La abuela Clara preparaba una gran mesa de desayuno en la cocina y el abuelo preparaba su medidor de niños buenos en el salón; medidor por el que todos debíamos pasar obligatoriamente para poder coger y abrir nuestros regalos.
Los pequeños siempre pasábamos sin apenas dificultades y nos divertíamos viendo cómo los mayores se volvían casi contorsionistas para poder pasar bajo ese arco lleno de luces y guirnaldas.
Yo además todos los años pedía un deseo, que el abuelo Orlando fuera eterno.
Pero hubo un año, en que tuve que hacer contorsiones por primera vez para pasar por el medidor de niños buenos, ese año me di cuenta que me hacía mayor, ese año entendí que el abuelo Orlando no estaría siempre.


sábado, 16 de diciembre de 2017

Domingo de "Gaudete"

Tradicionalmente las velas de la Corona de Adviento son tres moradas y una rosada que se enciende en este tercer domingo de Adviento; se puede añadir una quinta vela de color blanco que se encenderá el día de Navidad.


Mientras escucho El Mesías de Haendel me doy cuenta que tengo pendiente hacer mi lista de propósitos para el nuevo año, a catorce días para que finalice este, no me he propuesto nada, quizás decida hacer una lista de NO propósitos.
Después de encender la vela de este tercer domingo, he ordenado todos los poemas y relatos escritos en el último año; podría publicar dos poemarios de unas cincuenta páginas cada uno y un libro de relatos cortos bastante interesante, o tal vez un solo libro donde incluya todo.
Quizás apunte en mis propósitos volver a publicar un libro, tal vez apunte en mis NO propósitos no volver a publicar.


Lo único que tengo claro es que seguiré escribiendo.
Otro domingo que no es un domingo cualquiera, ya sabéis que ninguno lo es. Hoy no es domingo de Gloria, es domingo de Gaudete, es domingo de alegría.
Mientras tanto sigo disfrutando de este maravilloso concierto.

https://youtu.be/7KwWbW7ObPU



viernes, 8 de diciembre de 2017

Querido John

Querido John:
Hoy hace años que alguien decidió que ya no estuvieras aquí con nosotros.
Yo un año más no he dejado de tararear "tu imagine" desde que me he levantado.
 Tal vez intentando atraer algo de ese maravilloso mundo que tu deseabas.
Querido John tal vez aquel desalmado te hizo un favor cuando decidió que no vieras como está este maldito mundo. 
Querido John yo  un año más tengo tu imagine en mente.


jueves, 7 de diciembre de 2017

Soledad(es)

“Alguien solo siempre está en la peor de las compañías.”

De vez en cuando es necesario encontrarse con la propia soledad.
De ve en cuando es necesario saber con que penitencia debes cargar.
Todos tenemos una o varias.

De vez en cuando es necesario reencontrarse con uno mismo, respirar profundo y continuar, por duro y largo que sea el camino.

De vez en cuando es necesario sentarnos a solas con nosotros mismos.


Una noche con Laura (relato completo)

Aquella tarde fría de otoño, de esas que anuncian que el invierno está cerca, salí a pasear por el parque cercano a casa.

Me senté en mi banco favorito, justo enfrente del estanque de patos, allí mientras me fumaba el ultimo cigarrillo que me quedaba en el bolso, comencé a pensar en cómo habían transcurrido los últimos años de mi vida.

Hacía tiempo que estaba inmersa en un matrimonio, sin hijos y que ya no me hacía feliz, con un marido ausente casi siempre, unas veces por trabajo, otras..., sospechaba que Carlos me era era infiel desde hacía un tiempo, intuía que tenía una amante con la que sin duda pasaba más tiempo que conmigo.


Saqué mi libreta y mi lápiz y al contrario que otros días no dibujé, comencé a redactar una carta de despedida a Carlos, con ella daba por terminada una vida que no me hacía feliz y un matrimonio que me ahogaba un poco más.


"Querido Carlos:

Esta vez cuando regreses a casa, no estaré esperándote, estaré lejos, no sé ni siquiera donde, pero estaré en algún lugar buscando una nueva vida, lejos de ti y reencontrándome conmigo misma, hace tanto tiempo que me perdí, que hay días en los que ni siquiera me conozco.

Me voy con la única compañera que he tenido en estos últimos años, la soledad.

Una soledad que poco a poco me impusiste, pero que en estos momentos elijo libremente.

Sé feliz sin mí, yo sin duda lo seré sin ti,

No me busques, si algún día la vida quiere que volvamos a encontrarnos hará que nuestros caminos se encuentren de nuevo.

                                                                          Laura"


Doblé aquella carta, la guarde en el bolso y caminé hacia casa, decidida a seguir adelante con aquella decisión, tan meditada y tan precipitada a la vez, pero sabía que era el momento.


Guardé la carta en un sobre y con ella la alianza que hasta entonces había llevado en mi dedo anular durante los últimos quince años, cerré el sobre y lo dejé encima de la mesita de noche de Carlos.

Busqué mi colección de mapas color sepia, aquella que tenía desde que era una niña y cerré los ojos dejando caer mi dedo índice en algún lugar del mapa, ese sería mi destino para comenzar mi nueva vida.


Recogí algunas de mis cosas en un par de maletas y las coloqué junto a la puerta, todo estaba preparado, así que tomé un vaso de leche caliente para conciliar el sueño y me fui a la cama.


A la mañana siguiente cuando ni siquiera había luz que anunciaba el inicio del nuevo día, cargue mi coche y puse rumbo a mi nuevo destino, a mi nueva vida.

Mi dedo había elegido un pequeño pueblo en algún lugar entre las montañas del norte.

A mi llegada alquilé una pequeña casa por un tiempo, aún no estaba segura de sí sería mi destino definitivo y tampoco tenía demasiada prisa por averiguarlo.

Solo tenía claro que retomaría mi afición a la fotografía y dedicaría más tiempo a dibujar, y tal vez volver a exponer.

Pasé varios días casi encerrada, organizando mis cosas, poniendo algo de orden y dándole un toque de hogar, mi hogar.


Al cabo de unos días salí del que había sido casi mi escondite, necesitaba conocer gente nueva y que ellos me conocieran a mi.

En aquel primer paseo tropecé con el cura del pueblo, un hombre de unos cuarenta años, con sotana y alzacuellos, un cura de toda la vida.

En ese tropiezo literal, en el casi caemos al suelo, me encontré con Alfredo, un antiguo compañero de universidad, al que no había vuelto a ver desde entonces.


"¿Alfredo, eres tú?"

"¿Laura?, si, si, soy Alfredo, ¿cuándo has venido, qué haces aquí?"


Mientras le abrazaba, le conté que llevaba por allí unos días y que había alquilado la casa rural que había a la entrada del pueblo.

Debió leer en mi cara y en mis ojos el asombro al verlo vestido de ese modo, así que se ofreció a darme una explicación.

No podía esperar demasiado tiempo para escucharla, por lo que le invite a cenar aquella misma noche en casa, le ofrecí una cena caliente, buen vino y mucha conversación.


"Acepto esa invitación Laura, sobre las nueve estaré llamando a tu puerta."


Nos despedimos con otro gran abrazo, de esos que se dan los amigos de verdad, aunque lleven años sin verse.

Después del aquel encuentro decidí regresar a casa y organizar el resto de mi día, tenía una cena que preparar para una velada más que interesante.


El día fue transcurriendo entre recuerdos y pensamientos, siempre referentes a Alfredo, mientras preparaba una sopa, un pollo al horno y un bizcocho para el postre, mientras tanto las nubes se iban apoderando del cielo del pueblo, todo indicaba que iba vivir mi primera nevada en las montañas.


A las nueve en punto sonó el timbre de la puerta, abrí sin preguntar, creyendo y estando completamente segura de que sería Alfredo con su puntualidad inglesa.

Pero al abrir me encontré con Esteban el médico del pueblo, sabía que era él por qué lo había visto entrar y salir del pequeño consultorio que tenía justo enfrente de casa y habíamos intercambiado algún que otro saludo de cortesía, aunque ninguna conversación, por lo que me sorprendió verlo al otro lado de la puerta.

Con una agradable sonrisa me dio las buenas noches y se disculpó por el atrevimiento.


"Buenas noches Laura, disculpa mi intromisión a estas horas de la noche, soy Esteban el médico del pueblo, en primer lugar darte la bienvenida no he tenido ocasión de hacerlo antes y en segundo lugar quería ponerte al corriente de la gran nevada que se acerca, he querido asegurarme de que estás preparada para ella, en ocasiones el pueblo queda incomunicado durante días y creo que esta vez será así; así que si me permites y no te molesta me gustaría echar un vistazo a tus provisiones de leña."


Le dediqué una sonrisa para mostrarle mi agradecimiento y le invité a pasar.

Le serví una copa de vino y le conté que estaba esperando a Alfredo para cenar.

El timbre volvió sonar, abrí con más cautela para comprobar que esta vez si era Alfredo.


"Hola Alfredo pasa, tenemos compañía, Esteban ha pasado para advertirme de la nevada y asegurarse de que estoy preparada para ella. Sírvete una copa de vino, enseguida estoy contigo."


Mientras Alfredo y Esteban se saludaban decidí que tal vez sería buena idea invitar a este último a unirse a la velada, invitación que aceptó con el beneplácito de Alfredo.


Mientras me disponía a colocar un cubierto más en la mesa, el timbre de la puerta sonó de nuevo, miré a Alfredo y a Esteban con cara de asombro y prometiendo con la mirada que no esperaba a nadie más.

Alfredo se dirigió para abrir y encontrarse con una joven algo asustada, Angela, la maestra del pueblo.


"Buenas noches Alfredo, estoy escuchando las noticias sobre la nevada que nos acecha y estoy un poco asustada, pensé que tal vez Laura también lo estaría y he creído que lo mejor sería que nos hiciéramos compañía, pero ya veo que no la necesita, me marcho."


Al escuchar que se marchaba, corrí hacia la puerta y la invité a pasar y compartir cena con nosotros.

"Entra Angela, te agradezco tu preocupación. Quédate a cenar con nosotros, será más fácil para todos pasar la noche en compañía."


Coloqué un cubierto más y nos sentamos a la mesa, una vez sentados fue Esteban quien rompió el hielo iniciando una conversación, por supuesto  centrándose en mi, soy la nueva y aparecí sin más un día de la noche a la mañana en un pueblo donde se conocen todos o casi todos.

Así que comencé a contar mi pequeña historia, no tenía nada que esconder, ni ocultar, al contrario me haría bien.


"He llegado aquí por azar, hace unos días decidí dejar a mi marido y comenzar una nueva vida lejos de él. Quiero retomar mi afición por la fotografía, dibujar y volver a exponer, no sé cuánto tiempo me quedaré."


Termine mi explicación bebiendo un poco de vino y devolviendo la pregunta a Esteban.

"Llegué hace tres años al enviudar. Regresé a mis raíces y decidí terminar aquí mi carrera profesional y mi vida, quiero jubilarme y morir en el,pueblo que me vio nacer.

Me marché de aquí siendo muy joven para comenzar mis estudios de medicina, nunca más regrese, ni siquiera cuando mis padres fallecieron.

Al perder a mi esposa, pensé que era el momento de reencontrarme con mis raíces y tal vez con un antiguo amor de juventud, un amor que nunca pude olvidar, he preguntado pero nadie sabe nada de ella desde hace años."


Angela y Alfredo escuchan atentamente y sin decir nada, así que pensé que debía incluirlos en la conversación.

Me dirigí a Alfredo, la curiosidad por saber de él me estaba matando y de todos modos el motivo inicial de aquella cena era ponernos al día sobre nuestras vidas después de tantos años.

Tenía miles de preguntas que hacer, los últimos recuerdos me llevaban hasta el último año de universidad, habíamos compartido horas de biblioteca, algún que otro café en la cafetería y más de una cerveza fuera de la facultad.

Siempre tuvimos una relación cordial, pero acabó con el último examen en aquella vieja universidad.


"Llegué hace poco más de un año, después de divorciarme de Luisa, ¿te acuerdas de ella? Después de la universidad seguimos viéndonos, comenzamos a salir, nos casamos y cómo puedes comprobar lo último no salió bien.

Descubrí que llevaba algún tiempo engañándome con un compañero de trabajo, así que decidí poner fin a mi matrimonio.

Sobre el sacerdocio, hasta comenzar los estudios universitarios, estudie en el seminario, siempre tuve cierta vocación más que con el tiempo se fue disipando. 

Al divorciarme, volvió a despertarse y retome mis estudios en el seminario, me ordené como sacerdote y aquí estoy con algo más de cuarenta a.os, iniciando una nueva vida y viviendo en un pueblo que hasta hace poco no sabía que existía.

Esteban me ayudó al principio a integrarme y conocer a la gente del pueblo, he de reconocer que sin su ayuda no habría sido nada fácil.

A día de hoy no me arrepiento de ninguna de las decisiones tomadas en estos últimos años."


Alfredo mostraba algo de tristeza en su cara, pero a la vez cierto alivio, mientras toma un sorbo de vino, le aprieto fuerte la mano como símbolo de complicidad.

Serví algo más de vino y en un arranque de sinceridad, les hice saber que yo también sospechas sobre mi marido y sus infidelidades y me dirigí a Angela para que nos contará algo más sobre ella.

Angela sonríe y suspira a la ve, mientras comienza a contarnos su historia.


"Llegué hace dos meses, con el inicio del curso. Después de varios colegios en pueblos grandes, tuve la posibilidad de llegar hasta aquí, un destino que deseaba desde que comencé mis estudios de maestra y hacerle a mi madre la promesa que vendría hasta aquí para buscar y encontrar a mi padre.

Mi madre nació en este pueblo, pero se marchó siendo muy joven con apenas dieciocho años, al quedarse embarazada y enamorado de quién no debía.

Así que mis abuelos para evitar el escándalo la enviaron lejos, con la excusa de haber encontrado un trabajo en una buena casa de la ciudad.

Murió hace algunos años, le,prometí en su lecho de muerte que encontraría a mi padre, aunque no tengo muchos datos. Son pocos pero con un poco de suerte de llevarán hasta él."


Esteban interrumpió la conversación, había permanecido callado, escuchando cada una de nuestras historias y se dirigió a Angela.


"No sabía que tú madre era de aquí, es cierto que no hemos hablado demasiado desde que llegaste, pero quizás si me cuentas un poco más pueda ayudarte, a pesar del tiempo pasado sigo conociendo a la gran mayoría de los que aún viven aquí de aquella época, no somos muchos los que seguimos en el pueblo, como habrás comprobado."


Angela sonríe y continúa con su relato personal.


"No sé mucho sobre mi padre, ni siquiera si está vivo o muero, si está en el pueblo o también se marchó.

Mi madre siempre me dijo que aunque a,nos sabían que era un amor imposible y prohibido no pudieron evitar enamorarse.

Solo sé que mamá nunca volvió a enamorarse, nunca pudo olvidarlo.

Ella descubrió que estaba embarazada al poco tiempo de que él se marchara del pueblo para comenzar la universidad en la ciudad. Intentó ponerse en contacto con él, pero nunca lo consiguió."


La cara de Esteban iba cambiando por segundos, mientras no dejaba de hacer preguntas a Angela.


"Angela, cuéntame, ¿cómo se llamaba tu madre?, ¿quiénes eran tus abuelos?"


Cuando Angela estaba a punto de responder a todas aquellas preguntas, el timbre de la puerta volvió a sonar. Alfredo me miró con cara de asombro preguntándome si esperaba a alguien más.


"Sinceramente Alfredo, no espero a nadie, pero deberíamos ver quién es, tal vez alguien necesite ayuda o busque algo de compañía en esta noche de nieve."


Alfredo me acompañó hasta la,puerta, al abrirla nos encontramos con una pareja muerta de frío y algo asustada.

Al mirarlos me di cuenta que él es Carlos, mi marido, pero la sorpresa no terminaba ahí, cuando,descubrimos que quien le acompaña es Luisa, la ex mujer de Alfredo.


"¿Carlos, eres tú?"

"Laura."

"Luisa."

"Alfredo."


Con la sorpresa  y una situación aún sin digerir, les invité a pasar, hacía demasiado frío como para dejarlos en la calle.

Una vez dentro procedimos a las presentaciones.


"Alfredo, él es Carlos mi marido."

"Laura, ella es Luisa mi ex mujer."


Así es como Alfredo y yo descubrimos que nuestras respectivas parejas eran amantes desde hacía años.


Sin pedir ni una sola explicación, es Carlos quien comienza a dármelas todas, esas que durante años me había negado, después continuó contando cómo habían llegado hasta allí.


"La tormenta nos sorprendió a mitad de camino y el servicio de quitanieves no se reanuda hasta mañana al amanecer, hemos caminado más de media hora por la nieve hasta llegar aquí para buscar un lugar donde pasar la noche."


Mientras Luisa permanecía callada y con la mirada fijada en Alfredo, su sotana y su alzacuellos.

Carlos y Luisa se acomodaron cerca de la chimenea para entrar en calor, cerca de donde Angela y Esteban habían continuado con su conversación.


"Mi madre se llamaba Ana y mis abuelos Angela y Juan. Mi abuelo tenía un pequeño huerto a las afueras, era su medio de vida en aquellos años.

Mi padre se llamaba Esteban como el patrón del,pueblo, he comprobado que sois muchos los que compartís el nombre."


Entonces Esteban se levantó de su asiento y abrazó a Angela mientras le confesaba que no buscará más, que delante de ella tenía a su padre, ese que tanto tiempo llevaba buscando y que nunca supo del embarazo, ni de su nacimiento.

Mientras se fundían en un gran abrazo y servía sopa caliente para Carlos y Luisa y Alfredo servía vino para todos.

Carlos mientras decidió que tal había llegado el momento de pedirme perdón por todo el daño que había podido hacerme, sus ausencias, sus mentiras y sobre todo su cobardia al no haberme contado que había dejado de quererme, que ya no estaba enamorado de mí y que había encontrado a otra mujer a quien querer.


"No hay nada que perdonar Carlos, sucedió sin más, solo quiero olvidar y comenzar de nuevo, ya lo estoy haciendo, tú ya no eres parte de mi vida, eres mi pasado, ahora voy a vivir el,presente, has sido una lección de la que he aprendido mucho, créeme."


Sin embargo Alfredo, si tiene mucho que reprochar a Luisa, su infidelidad, su engaño, la destrucción de su matrimonio, además de el mío con Carlos.


"Alfredo entre tú y yo hacía mucho tiempo que no había amor, so,o quedaban costumbres, en Carlos encontré todo aquello que contigo había perdido.

Pero fui sincera y te conté todo lo que estaba ocurriendo, no puedes reprocharme nada, solo que dejara de quererte, pero el amor a veces se acaba."


Y así, entre conversaciones y emociones a flor de piel, comienza a amanecer.

El sol se abre camino entre algunas nubes que nos recuerdan la gran nevada que hace unas horas nos han llevado a descubrir nuestras nuevas vidas.

Uno a uno comienza a abandonar la que ahora es mi casa.

Al quedarme sola frente a la chimenea, respiro hondo, suspiro, lleno una copa de vino, enciendo un cigarrillo y comienzo a celebrar mi reinicio.




viernes, 1 de diciembre de 2017

El funeral.

El coche fúnebre ha llegado puntual al cementerio, a las once en punto de la mañana.

Allí esperaban todos aquellos que se han reunido para el último adiós.

Me he sentido muy arropada en este momento tan duro y esta despedida tan difícil.

Ha sido un adiós emotivo y lleno de momentos inolvidables.

Mis padres no se han separado de mi, han llorado tanto que ha habido momentos en los que me ha sido muy difícil el no poder consolarlos, nunca los había visto tan hundidos, tan sumidos en esa tristeza que creo que les acompañará el resto de sus vidas.

Mi hermana se ha mantenido serena y tranquila, siempre ha tenido ese matiz tan cerebral que yo nunca supe sacar, siempre he sido más sentimental y eso no me ha hecho demasiado bien.

Me han acompañado incluso aquellos que creí que no lo harían.

Y allí al fondo algo alejado de todo el bullicio estaba él, el amor de mi vida, he tardado en verlo, pero sabía que no me fallaría, no se ha acercado pero he sentido y escuchado cada uno de sus te quiero dichos con el corazón, siempre estuvo a mi lado, a pesar de todo y siempre estará.

No hemos tenido demasiada suerte por separado, pero siempre nos hemos tenido.

He estado tranquila, sin drama por mi parte.

Me voy sintiéndome acompañada y querida.

Me voy sabiendo que no le debo nada a la vida u sin embargo ella me lo debe todo.

Podéis enterrarme en paz.



miércoles, 29 de noviembre de 2017

Mesas vacías

Se olvidó de sonreír, al tiempo que él se olvidó de enviar las orquídeas.

Así comenzaba el día de aquel último aniversario.

A partir de entonces se convirtió en una fecha que ninguno de los dos olvidaría, pero que ya no celebrarían.

Fueron quemando etapas, se quisieron, se amaron y se desearon, hasta que llegaron las costumbres y no hay nada peor para el amor, que acostumbrarse.

Que malas son esas rutinas, que de un modo u otro dicen que sigue habiendo algo entre dos corazones que han sentido juntos.

Y que malo es el día que desaparecen.


Años antes se habían quitado esas alianzas que les recordaban cada día que todavía seguían unidos, ese símbolo que une y a la vez separa.

Ella seguía llevando aquel diamante engarzado en oro blanco, que años atrás le había regalado para demostrarle lo mucho que la quería, y le regalaba besos y abrazos de buenos días con un te quiero, mientras escuchaba "y yo a ti más".


Pero poco a poco dejaron de bailar su canción favorita y dejaron de improvisar aquellos viajes a París o a cualquier parte para disfrutar el uno del otro, esos viajes fueron reemplazados por un "ya lo celebraremos".

Esas rutinas que habían mantenido viva aquella llama, poco a poco se hacían más pequeñas, hasta que aquella hoguera inicial, quedó reducida a rescoldos, hasta convertirla en cenizas.


Ya no había nada que celebrar, aquel aniversario había quedado en tan solo un día más, sin símbolos, sin orquídeas, sin sonrisas y lo peor de todo, sin ningún te quiero que decir, ni que escuchar.


Aquel día era el momento de recoger todos los recuerdos en una maleta, cerrarla con llave y volver a empezar.