miércoles, 29 de noviembre de 2017

Mesas vacías

Se olvidó de sonreír, al tiempo que él se olvidó de enviar las orquídeas.

Así comenzaba el día de aquel último aniversario.

A partir de entonces se convirtió en una fecha que ninguno de los dos olvidaría, pero que ya no celebrarían.

Fueron quemando etapas, se quisieron, se amaron y se desearon, hasta que llegaron las costumbres y no hay nada peor para el amor, que acostumbrarse.

Que malas son esas rutinas, que de un modo u otro dicen que sigue habiendo algo entre dos corazones que han sentido juntos.

Y que malo es el día que desaparecen.


Años antes se habían quitado esas alianzas que les recordaban cada día que todavía seguían unidos, ese símbolo que une y a la vez separa.

Ella seguía llevando aquel diamante engarzado en oro blanco, que años atrás le había regalado para demostrarle lo mucho que la quería, y le regalaba besos y abrazos de buenos días con un te quiero, mientras escuchaba "y yo a ti más".


Pero poco a poco dejaron de bailar su canción favorita y dejaron de improvisar aquellos viajes a París o a cualquier parte para disfrutar el uno del otro, esos viajes fueron reemplazados por un "ya lo celebraremos".

Esas rutinas que habían mantenido viva aquella llama, poco a poco se hacían más pequeñas, hasta que aquella hoguera inicial, quedó reducida a rescoldos, hasta convertirla en cenizas.


Ya no había nada que celebrar, aquel aniversario había quedado en tan solo un día más, sin símbolos, sin orquídeas, sin sonrisas y lo peor de todo, sin ningún te quiero que decir, ni que escuchar.


Aquel día era el momento de recoger todos los recuerdos en una maleta, cerrarla con llave y volver a empezar.




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