miércoles, 28 de septiembre de 2016

La niña que escribía historias...

Desde muy niña me refugiaba entre cuadernos y lápices. Escribía horas y horas, sólo para mi, pocas veces mostraba aquellos escritos, tal vez por vergüenza, tal vez por pudor o quizás por que no quería compartir esos mundos que creaba en mi cabeza para plasmar en un papel.
Recuerdo que mi primer protagonista se llamaba Yoda y era un monstruo bueno que habitaba en un bosque, un monstruo que no asustaba, al contrario era él quién estaba asustado.
Aquel relato fue el primer que dejé leer a alguien, mis padres.
Desde entonces no he dejado de escribir, unas veces para mi, otras para un público muy pequeño.
Desde mis inicios soñaba con ser escritora o más bien contadora de historias, no todos los que escribimos podemos definirnos como escritores, título que personalmente creo que los lectores deben otorgar.
Han pasado muchos años desde que aquella niña soñaba con ser como Virginia Woolf. Ahora soy una adulta que sigue soñando, escribiendo y contando historias y que empieza a cumplir algún que otro sueño. 
Estoy a tan sólo dos meses de ver publicado mi primer libro.
No ha sido un camino fácil, pero lo he conseguido.
Si puedes soñarlo, puedes lograrlo. 
Empiezo a creer que los sueños pueden llegar a realizarse, sólo tienes que creer en ellos.
Nunca dejaré de soñar, nunca dejéis de soñar.



lunes, 26 de septiembre de 2016

Mi romance con Nueva York

Me enamoré de Nueva York apenas siendo una niña, viendo una de mis películas preferidas, Desayuno con Diamantes. Me enamoré de sus avenidas, sus parques y sus escaparates. Desde ese día supe que algún día viajaría hasta allí.



Han pasado varios años desde mi primer viaje a la Gran Manzana. Corría el año 2000, año de cambios en Europa y también en mi vida. Estrenábamos moneda, así que decidí que esa nueva moneda tendría un fin importante en mi vida.
Me compré una hucha y cada moneda de dos euros que caía en mis manos iba a ella. En aquella hucha pegué un cartel en el que decía "Rumbo a Nueva York", he de decir que incluso llegué a cambiar billetes por monedas para ver como la hucha se iba llenando, ella me llevaría hasta Nueva York.

Conseguí aquel dinero y aquel viaje se convirtió en una de las mejores experiencias que he vivido. Llegaba con mi mejor amiga, cargada de ilusiones, cámara de fotos y cuaderno de notas y bolígrafos para apuntar guardar cada momento.



Desde entonces he viajado varias veces a Nueva York, siempre con la misma emoción e ilusión de la primera vez. Por que en Nueva York siempre hay una primera vez, un nuevo parque, una nueva avenida, un nuevo café y nuevas sensaciones.


Nueva York ha cambiado y yo también, pero es lo que tienen los amores de larga duración, vivimos cambios aunque estemos en la distancia infinita. Que duros son esos amores lejanos y cuanto se echan de menos en algunos momentos de nuestra vidas.
Nueva York y yo mantenemos un idilio casi platónico, nos queremos con locura y nos respetamos, algo fundamental en cualquier relación que se precie. 
Siempre busco un lugar donde prometerle amor eterno y por supuesto volver. Las últimas palabras que le digo desde el avión antes de despegar son "see you soon Darling" y sé que ella sonríe y me despide con un "hasta pronto, querida".
Deseosa estoy de volver a caer rendida en los brazos de mi amada y querida "gran manzana".
Hasta pronto Nueva York.




martes, 20 de septiembre de 2016

MI VIDA CONTIGO, PERO SIN TI...

Mi nombre es Nadia y cada 9 de septiembre comienza, mi vida contigo, pero sin ti...

Conocí a Jota en el instituto, compartíamos mesa, él en el turno de noche y yo en el de la mañana. Comenzamos a dejarnos mensajes en aquella mesa. Yo leía los suyos al llegar por la mañana y Jota los míos por la tarde.
Al principio eran mensajes sin trascendencia ninguna pero poco a poco se fueron convirtiendo en párrafos cada vez más largos y más íntimos, esos mensajes se comenzaron a llenar de sentimientos. Un año estuvimos escribiendo en aquella meda sin vernos, sin conocernos, pero cada vez más adictos el uno del otro. Tal vez ninguno de los dos nos atrevíamos a conocernos en persona, a poner cara a quien dejaba aquellos mensajes, hasta que una mañana en uno de aquellos mensajes Jota me propina una cita.
Nos veríamos  ese viernes por la tarde, antes de comenzar las clases del turno de noche, Jota llevaría una rosa blanca en su mano y yo una bufanda roja alrededor de mi cuello.
Así comienza una historia de amor que a pesar de nuestra juventud se fue afianzando durante los años siguientes.



Trece años estuvimos compartiendo vivencias, caminos, alegrías, tristezas y muchos planes, unos se cumplieron, otros no pudieron cumplirse, la vida de Jota terminó un 9 de septiembre, una larga y terrible enfermedad, lo apartaba de mi para siempre.
Aquel 9 de septiembre comienza mi vida contigo, pero sin ti...
He llevado a cabo viajes, aventuras y planes que nos quedaron por hacer juntos, he repetido algunos de nuestros mejores momentos, cenas, tardes de cine, momentos de sofá, escapadas, todo ello con Jota, pero sin Jota.
He descubierto nuevos lugares y los he compartido con él, pero sin él.


Sigo manteniendo algunas de nuestras costumbres, sólo aquellas que nos gustaban, como cenar en Atrio, nuestro restaurante favorito, sigo ocupando la misma mesa cada primer viernes de mes.


Sigo viendo Desayuno con Diamantes acompañada de una tarrina de helado de chocolate y sigo comprando tulipanes.
Organizo escapadas cortas y por sorpresa a Portugal y sigo dando largos paseos por los rincones con encanto de Cáceres. Me sigo emocionando con Elegir un Amor y no me canso de escuchar a Roxy Music. Y por supuesto una vez al año viajo a Nueva York.
Todo ello siempre acompañada de mi zafiro azul, aquel que Jota me regaló el día que me pidió matrimonio, lo llevo junto al reloj que yo le regalé aquel mismo día. Todo en la mano izquierda, la mano del corazón, el que me mantiene unida a Jota para siempre.



Los sábados quedo con María, mi mejor amiga para desayunar. Ella continúa escuchándome como si nunca lo hubiera hecho, pone cara de sorpresa, aunque le cuente mi vida cientos de veces, me sigue animando a seguir adelante, a sonreír y llora conmigo si es necesario.
Cada 9 de septiembre ella me acompaña a visitar a Jota, se mantiene en silencio, me mira y cuando cree que ya hemos pasado el suficiente tiempo con él me toma del brazo y caminamos juntas de regreso a casa.
A pesar del tiempo pasado sigue siendo uno de los días más difíciles del año. Sin embargo cuando termina mi visita a Jota me encuentro llena de energía para afrontar otro año más sin él.
Mis años ya no comienzan el día 1 de enero, lo hacen el 9 de septiembre.
No es fácil mantener vivo el recuerdo de alguien a quien has amado tanto y que la vida te ha arrebatado, cuando aún nos quedaban muchos planes por hacer y muchos sueños por cumplir.
Aquel 9 de septiembre, le hice una promesa a Jota, todo aquello que teníamos planeado y no pudimos llevar a cabo juntos, lo realizaría y mantendría vivo su recuerdo por siempre.
No ha sido fácil a veces, pero aferrada a la fuerza que me transmite he conseguido mantenerme en pie.


Aquellos mensajes y nuestros encuentros cada vez más seguidos, nos llevaron a iniciar nuestro noviazgo. Era el último año de instituto, después vendría la universidad, Jota se marcharía a Sevilla a estudiar, yo no tenía necesidad de viajar para continuar mis estudios. Aquellos años no fueron fáciles, la distancia es difícil de llevar, pero entre escapadas y vacaciones conseguimos mantener viva nuestra historias.
Terminados nuestros estudios comenzó nuestra etapa laboral, Jota fue el primero en encontrar un trabajo, por lo que comenzamos a forjar nuevos planes de futuro, formar un hogar, una familia, compartir, nuestros días y por supuesto nuestras noches.
Teníamos muchos planes, volver a París, hacer de nuevo el Camino de Santiago, escaparnos a Portugal y volver juntos a Nueva York, todo ello apuntado en una lista de deseos. Además de organizar una boda para compartir nuestro amor con todos aquellos que habían visto crecer nuestra historia.

Fue ese mismo año de deseos por cumplir y planes por realizar, cuando Jota comenzó a sentirse mal, tras varias pruebas nos confirmaron el peor de los resultados, un cáncer se había adueñado de él. 
No teníamos demasiado tiempo, en realidad no lo teníamos, cuando realmente lo necesitas se escapa demasiado rápido.
Luchamos juntos por salir adelante, ganamos algunas batallas, pero la más crucial la perdimos, el cáncer había ganado la guerra.
Aquel día decidí muchas cosas, hice promesas y también me quedé sin apenas sueños, rota por el dolor y embriagada por la emoción de sus compañeros de tuna al cantar Algo se muere en el alma, decidí que continuaría mi vida con Jota, pero sin Jota...


miércoles, 14 de septiembre de 2016

El abrazo de papá.

Ayer fué un día difícil y complicado, despedía a un amigo, el cuarto que se va de España en lo que va de año.
Además me levanté melancólica y nostálgica, quizás la lluvia acentuó ese sentimiento.
Intenté refugiarme en un paseo por mi querida parte antigua, pero no encontré el consuelo que necesitaba.
Así que me fui a buscar los brazos de quién siempre me arropó y lo sigue haciendo, los brazos de mi padre.
Fue y sigue siendo un hombre discreto y quizás su timidez le ha hecho ser algo introvertido, pero con un corazón enorme.
Ayer me refugié de nuevo en su mirada azul, esa que he buscado siempre que necesitaba un apoyo en silencio y un consentimiento para hacer algo sin mediar palabra.
Ayer nada más verme supo otra vez que algo no estaba bien, que la tristeza me invadía, así que me cogió de la mano como siempre lo ha hecho.
Cuando era pequeña en esa mano siempre había alguna golosina para darme y sacarme la primera sonrisa, ayer no hubo golosinas, pero sí ese apretón que tanto necesitaba y con él me hacia saber que estaba una vez más a mi lado, como siempre lo ha estado. 
Compartimos paseo, café, un cigarrillo y abrazos, muchos abrazos y pocas palabras, ninguno de los dos somos demasiado habladores, pero entre él y yo sólo hace falta un cruce de miradas para entendernos. 
Ayer me sentí de nuevo esa niña indefensa que fuí hace muchos años, pero que después del abrazo de papá se sentía la más fuerte del mundo. Ayer mi padre volvió a protegerme y a cargarme de la fuerza que necesitaba.
Ayer a mis 45 años, cuando estaba una vez más a punto de quebrarme, ahí estaba él, dispuesto a abrazarme para recomponer todos los pedazos.



martes, 13 de septiembre de 2016

Nadie hablará de nosotros cuando estemos muertos

Llevo varios días haciéndome preguntas sobre la muerte, que hay detrás de esa palabra tan fea y que tanto nos asusta.
Llevo días preguntándome que pasará cuando ya no estemos aquí, quién nos llorará, quién nos añorará y en quién seguiremos vivos, a pesar de ya no estar.
Quién nos acompañará en ese último viaje hacia un hueco vacío que taparán con una losa de mármol, donde quedará grabado nuestro nombre para siempre.
Pero hay veces en los que no hace falta morir físicamente para darte por muerto, hay veces que en vida se está muerto, por un motivo u otro todos nos sentimos sin vida, aún estando en ella.
Os habéis parado a pensar, alguna vez, quién hablará de nosotros cuando estemos muertos?