domingo, 8 de enero de 2017

Despedidas y promesas


Volver a la rutina y normalidad, después de días de euforia compulsiva, conlleva tener que despedir a gente que quieres y en ocasiones necesitas tener cerca.

Hoy tocó despedir al arcángel, mi arcángel, mi amigo del alma desde hace más de una década.

Nos despedimos hace unos meses, cuando se marchó, lejos muy lejos, nada menos que al otro lado del mundo.

Nos despedimos con la promesa firme de reencontramos antes de que acabara el año y lo hemos hecho.
Pero hoy y tan solo ocho días después de comenzar el nuevo año, nos hemos vuelto a despedir, con la promesa de vernos más veces a lo largo de este año, de escribirnos a diario e intentar no echarnos de menos.

Le he prometido no llorar, al menos delante de él, para no alargar ese abrazo agónico que nos hemos dado después de compartir ese café tempranero en una fría mañana de domingo.
Pero he llorado en cuanto le he perdido de vista, siempre me hace llorar cuando se da la vuelta para lanzarme ese beso al aire, ese beso que me entrega en señal de sigo a tu lado pequeña, siempre lo he estado y siempre lo estaré.

Le he prometido en silencio dejarme proteger por sus alas de arcángel, esas que me protegen desde la distancia infinita y esas que me deja cuando no puedo volar sola.
En unos días sus alas estarán grabadas en mi cuerpo para siempre.


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