Eso me hacia intuir que no tardaría en volver.
Necesitaba un descanso, no tenía nada que contarme ni que susurrarme al oído.
Hoy a media mañana decidió llamar de nuevo a mi puerta, un poco tímida y con ojos y voz melancólica.
De un modo que parecía estar pidiendo perdón, por haberse ido, por haberme dejado sola una vez más, lo hace a menudo.
Ya no me asusto cuando lo hace, me he acostumbrado a sus idas y venidas, a sus silencios y a sus momentos de locura creativa.
No hemos hablado demasiado, pero si lo justo para comenzar de nuevo nuestros encuentros a media noche y acompañadas de café, libreta de notas y bolígrafo verde.
He esperado sus susurros, pero no tenía mucho que contar, Nadia a media mañana apenas habla, sólo observa.
Nadia cobra vida a esas horas en las que todo el mundo duerme, cuando todo está en silencio, le gusta ser la protagonista y le gusta hacerse notar.
Se ha movido lentamente a mi alrededor callada y con los ojos muy abiertos.
Quiero pensar que esta noche será una gran noche, de esas de insomnio creativo y compartido a medias, ella habla y yo escucho y escribo, de esas de disfrute mientras escribimos nuevas historias y retomamos aquellas que dejamos a medias, cuando se marchó sin más.
Nadia va y viene a su antojo, sin obligaciones, ni ataduras.
Hoy Nadia, mi inspiración, mi compañera ha vuelto de nuevo para quedarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario