jueves, 16 de noviembre de 2017

¿Quién soy! Segundo Capítulo, SILVIA.

SILVIA
Todos los primeros días en algo son difíciles, tal vez por el miedo que nos invade a lo desconocido o por el miedo a perder nuestra zona de confort.
Siempre he sido algo miedosa, una chica de pueblo, que hoy por primera vez sale a la ciudad para estudiar una carrera y cumplir un sueño, ser abogada.
Estoy tan asustada que me tiembla todo el cuerpo, me sudan las manos, por lo que he mojado el puñado de folios en blanco que llevaba preparados por si tenía que tomar apuntes en este primer día de universidad, pero a la vez estoy tan emocionada que no quiero perderme ni un solo detalle de todo lo que voy a vivir a partir de ahora.
Ayer llegué a mi nuevo lugar de residencia, una ciudad pequeña, pero lo suficientemente grande para alguien que no ha salido nunca de un pueblecito en medio de la sierra, que en invierno se queda aislado por la nieve.

Mis padres me ayudaron a buscar un lugar donde vivir estos años de universidad, un colegio mayor, el simple hecho de tener que compartir habitación con alguien desconocido me asusta, pero soy adulta y tengo que empezar a superar miedos.

Superado los primeros días, comienzo ha hacer mis primeras amistades, sé que estás serán importantes en estos años universitarios y tal vez el resto de mi vida.
Ya no tengo tanto miedo y no me siento tan sola, en especial cuando estoy con Fernando un complejo de facultad que se ha prestado desde el primer día a ser mi guía por la cuidad y a ayudarme en todo lo que necesite, me siento protegida y menos vulnerable cuando estoy con él.
Una complicidad que nos lleva a miradas un tanto extrañas y sentimientos desconocidos, al menos para mí, nunca había sentido cosquillas en el estómago y ni había pensado tanto en mi aspecto cuando quedamos para salir o para estudiar.
No quiero que me distraiga de mis estudios, quiero terminar mi carrera y cumplir el sueño que me persigue desde que soy una niña, ser abogada.
Mi padre siempre me dijo que los sueños se cumplen, pero hay que trabajarlos.
Fernando quiere ser abogado, bueno sus padres quieren que sea abogado, para seguir la tradición familiar, Fernando en realidad quiere ser aventurero, vivir libre y ser feliz, pero será abogado para no defraudar, ni decepcionar a su familia, otro que tiene miedo, pero tampoco lo dice.
Somos dos miedosos en medio de un mundo lleno de valientes, que en realidad son cobardes anónimos, siempre he pensado que todos los somos y qué es el miedo quien realmente, un día u otro nos llena de valentía.

Mi primera experiencia sexual fue con él, con Fernando, fue una noche preparando los exámenes finales del último curso en la universidad, años más tarde supe que también fue la suya.
Los últimos meses de ese curso los pase en su casa, apenas iba al colegio mayor, tenía todos mis apuntes y casi toda mi ropa en aquella casa, que Fernando compartía con Nacho, un amigo estudiante de periodismo, pero se había marchado para hacer las prácticas en un periódico local, así que poco a poco fue invadiendo aquel espacio que él había dejado vacío.
Con la excusa de no perder demasiado tiempo en ir y volver, pero en el fondo tenía una necesidad imperiosa por compartir mi vida con Fernando, no me conformaba solo con unas horas de estudio, quería más y él en silencio también, pero teníamos tanto miedo a perder lo que teníamos que lo habíamos frenado.

Pero aquella noche el cansancio por las horas de estudio acumuladas,nos podían así que me tumbé en aquel sofá algo descuidado y me puse cómoda para descansar un rato, recuerdo que ya era finales de junio y hacia algo de calor, por lo que me quité el pantalón que llevaba para quedarme con una camiseta y una bragas que seguro había comprado en algún mercadillo, me recogí el pelo en un moño y cerré los ojos.

Al poco rato note como algo comenzaba a rozar mis muslos, lejos de abrir los ojos y ver que era, deje que siguiera subiendo al darme cuenta que eran las manos de Fernando acercándose a mis partes más íntimas.

"No te muevas Silvia, solo dime si quieres que siga."

Asentí con la cabeza y me deje llevar sin saber muy bien qué hacer, sólo sabía que me gustaba todo lo que estaba sintiendo, seguía con los ojos cerrados, mientras Fernando me subía la camiseta y comenzaba a besarme en el cuello y mis pechos, respondí a sus besos abriendo mi boca para que me besara en ella, no tuve que esperar demasiado para que lo hiciera, mientras con sus manos acariciaba mis pechos duros. Quise hacer lo mismo con los suyos, pero me pidió que no lo hiciera. Seguí dejándome llevar por su voz, sus caricias y sus besos.

Me quitó la camiseta, deshizo mi moño y bajó aquellas braguitas baratas hasta los tobillos, mientras recorría con su boca y su lengua cada centímetro de mi cuerpo y este respondía con escalofríos de placer.

Poco a poco se fue acercando a mi sexo, me tocaba los muslos, me abría las piernas y los rozaba con sus manos, para hacerme sentir un placer hasta entonces desconocido para mí, mi instinto me hacía abrir las piernas más aún y mi cuerpo le pedía que no parara de hacerlo.
Llegó hasta mi clitorix con su lengua lo lamia una y otra vez, más rápido, más lento y yo solo quería gritar de placer, pero gritar.

"No abras los ojos Silvia, solo dime que te gusta, que quieres que siga."

Le cogí del pelo mientras seguía dándome placer y de repente sentí como nuestros cuerpos se unían, Fernando estaba dentro de mi, se movía y me hacía moverme siguiendo su ritmo, mientras deseaba que aquello no acabará nunca.
Fernando gemia y yo gemia, hasta que los dos quedamos exhaustos después de habernos entregado el uno al otro.
Nos quedamos dormidos en aquel sofá desnudos, abrazados el uno al otro y sin apenas decirnos nada.
Me desperté sin saber que a partir de entonces estaría unida a Fernando para siempre, una relación de amor y odio que nos uniría de por vida.
Después de aquella primera noche se repetirían muchas más, nos compenetrábamos a la perfección y juntos éramos realmente buenos.

Aquel curso terminó y nuestras vidas de estudiantes se separaron, pero no nuestra vida sexual, Fernando además quería algo más, pero yo no estaba dispuesta a entregarle mi vida ni sacrificar mi sueños.

A día de hoy y veinte años después de aquella primera noche, seguimos manteniendo nuestros encuentros, sin compromisos, sin dramas, sin pedirnos nada a cambio y sin decirnos un solo te quiero en todo este tiempo.
Hoy detrás de esta cristalera, viendo cómo se debate entre la vida y la muerte, siento una necesidad imperiosa por decirle que le quiero, que siempre le he querido y que no quiero perderle.
Quiero decirle que se divorcie de Luisa, si, que lo haga que en todos estos años es lo único que he deseado, compartir toda una vida a su lado, que es lo único que quiero desde que deje mis primeros vaqueros y mi primera camisa en aquel piso de estudiantes, con la excusa de no perder tiempo para estudiar.
Quiero decirlo que desde aquel día lo único que quería era verlo despertar y acariciarle el pelo hasta que se quedara dormido, pero que el miedo, ese que siempre me acompañaba entonces y me acompaña ahora me impedía decirle que le quería, aunque estaba enamorada de él desde el primer día de clase y que solo que tenía que haber insistido un poco más el día que me dijo que quería ser algo más que un compañero, pero no lo hizo.

"¿Por qué no lo hiciste Fernando, tú también tenías miedo?"

Tal vez no debí permitir que se casara con Luisa, haber interrumpido aquella boda, diciendo que yo sí tenía algo que objetar y que no podía celebrarse, sin embargo le empujé hasta sus brazos.

Recuerdo aquel día como si fuera hoy, mientras le daba el sí quiero a ella, a quien había elegido como compañera de vida, no dejó de buscarme con la mirada, quizás esperando que le dijera "no lo hagas, huye Fernando, huye conmigo."
Pero seguí siendo la cobarde que había sido siempre, esquivé sus ojos ojos una y otra vez para no encontrarme con ellos y con una verdad que solo nosotros conocíamos. Le dio el sí quiero a ella, a quien le ofrecía un amor sin demasiadas preguntas y ninguna respuesta.
Se entregó a ella en cuerpo, mientras a mí me entregaba el corazón y el alma en cada mirada, en cada roce a escondidas y en aquellas llamadas a media noche pidiéndome dormir a mi lado.

¿Era aquello amor? Le pregunté la noche antes de casarse, después de hacer el amor.
No, aquello era un intercambio de intereses, de comodidades, de compañía, es el resultado de decisiones precipitadas.
Amor eres tú, somos nosotros cuando estamos juntos, amor es pensarte, desearte y sentirte cerca, aún cuando estas lejos. Amor es sufrirte, es echarte de menos y añorarte. Amor es esperarte cada día, cada noche y el resto de mi vida.

Nuestras miradas se cruzaron después de prometerle amor eterno a Luisa, aún sabiendo que no lo cumpliría, fue en aquel encuentro donde le prometí en silencio que le querría siempre. Aquel día le hice saber, que el amor para mi, era él.

Mientras le miro tras esa cristalera, tan débil, tan indefenso, le hago llegar todos esos te quiero que durante años me he estado callando, con el deseo de que de un modo u otro le lleguen, "te quiero Fernando, siempre te he querido, no puedes dejarme sola, no lo hagas, te necesito a mi lado, dime que me quieres, que tú también lo haces."

CONTINUARÁ...


No hay comentarios:

Publicar un comentario