domingo, 27 de noviembre de 2016

El día que pedí perdón...


Aquel día, ese día, el día, que pedí perdón por ser como era, me di cuenta que había tocado fondo.
Aquel día encogida en un rincón de la habitación, mientras me sentía la mujer más débil del mundo, debido a sus gritos y a su mano levantada, me sentí tal y como él quería que lo hiciera.

INÚTIL, VAGA, TORPE, INCOMPETENTE, y un sin fin de descalificativos que iba almacenando en mi cabeza, para no olvidar ninguno.

Aquel día yo también me atreví a gritarle, pidiéndole que me perdonara por ser tal y como me describía, prometiéndole cambiar.

Aquel día después de pedir perdón, quedarme sola en aquel rincón de castigo, junto a mis miedos, supe que no era culpa mía, que no estaba loca, ni estaba enferma.

Aquel día encogida, en silencio, tuve el valor de repasar todo lo vivido, de darme cuenta en que clase de persona me había convertido, de los miedos que me acechaban y de los temblores en mis piernas, cada vez que él levantaba la voz.

Aquel día comprendí, que yo, no era la culpable, que no puedes pedir perdón por querer a alguien, aunque se haya convertido en un monstruo.

Aquel día corrí delante del lobo, como una Caperucita valiente, la que recordaba de mi feliz infancia, aquel día corrí,  con el alma herida, con una de esas heridas que nunca terminan de cerrar.

Aquel día me deshice de miedos y fantasmas, aquel día me libré de un monstruo para empezar a reencontrarme conmigo.


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