Estaba en un momento de mi vida en que había seguido demasiadas reglas, estudié una carrera, conseguí un buen trabajo, me casé, forme un hogar y me olvidé de mi y de mi libertad.
Antes de llegar a esa edad ya había pasado por un divorcio difícil y doloroso.
Nunca tuvimos hijos, nuestros trabajos no nos dejaron tiempo para ellos y tampoco tuvimos necesidad de tenerlos.
Mi ex marido pertenecía a una familia adinerada de la ciudad, nos conocimos en mi lugar de trabajo, un café de cortesía, un vino después de trabajar y alguna cena en fin de semana, nos llevaron a una relación sentimental que desembocó en matrimonio.
Me casé muy enamorada hasta que poco a poco fuí descubriendo la verdadera personalidad de mi marido y su familia.
Al cabo de unos años, no muchos me decidí a poner fin a una relación, con un divorcio más que sonado y con algunas consecuencias colaterales, como mi despido injustificado del trabajo.
Cerca de esa edad maravillosa y maldita a la vez me encontraba ante un nuevo comienzo. Asimilé mi nueva situación y comencé una nueva etapa, llevando algunos cambios a cabo.
Me puse unos vaqueros, unas bailarinas y me solté el pelo.
A mi edad me sigo saltando normas, me gusta hacerlo, vivo por y para mi, he vuelto a creer en las personas pero con cautela, he aprendido lecciones.
Sigo teniendo ese punto rebelde que tanto me gusta y lo mejor de todo sigo teniendo ilusiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario